A veces, ante la misma información reaccionamos de forma diferente. Esto se debe a cómo se nos presenta la información y cómo las emociones pueden hacernos ver de forma diferente, lo que es igual. Jason Zweig, un famoso inversor y que, si no le conoces, seguramente te suene por sus comentarios en El Inversor Inteligente, nos ofrece diferentes casos estudiados en los que, ante los mismos datos, mucha gente reacciona de forma diferente.
Este artículo es una traducción de uno escrito por Jason Zweig en 2005 en Money Magazine, cuya versión original en inglés puedes leer aquí.
Tabla de contenidos
Trucos tontos con los números
Cuando a los alumnos de una Universidad les preguntaron qué suponía un mayor riesgo; un tipo de cáncer que mataba a 1.268 personas de cada 10.000 o uno que mataba al 12,68% de los que lo sufrían, los alumnos valoraron que la primera opción suponía un riesgo superior al segundo del 20%. ¿Supone esto una humillación para estos universitarios? La verdad es que no. Nuestras percepciones están tan dominadas por nuestras emociones, que un pequeño cambio en la forma en la que se nos presenta un riesgo, hace que nos pueda parecer un riesgo de mayor grado.
«Formas equivalentes describiendo algo, deberían llevarnos a juicios y decisiones equivalentes» dice Paul Slovic, psicólogo de la Universidad de Oregón, una autoridad en el estudio de cómo evaluamos los riesgos. «Pero no es cierto, la opinión de la gente sobre el riesgo es muy variable y subjetiva«.
Cuando los investigadores dijeron a los psiquiatras que » se estima que 20 de cada 100 pacientes como Mr. Jones cometen actos violentos» durante los primeros 6 meses de la salida del centro psiquiátrico, sólo el 59% de los psiquiatras dijo que lo dejarían salir. Sin embargo, cuando se les dijo que «se estima que pacientes como Mr Jones tienen una probabilidad del 20% de cometer actos violentos«, el 79% dijerom que dejarían salir a Mr. Jones. ¿Pero qué sucede? Las imágenes vivas aumentan nuestras emociones, haciendo que se deje de lado el análisis. Como explica Slovic, «si le dices a alguien que algo le ocurrirá a 1 de cada 10 personas, pensarán ¿quién es ese uno?».
Es posible que actúes de forma diferente si tu asesor financiero te dice que el tienes un 80% de probabilidades de conseguir tus objetivos financieros para la jubilación, que si te dice que 1 de cada 5 termina alimentándose con comida de gato cuando se jubila, incluso aunque, en ambos casos, te haya dado los mismo números.
También se produce una respuesta emocional ante los datos cuando medimos nuestros beneficios, como demuestran varios estudios: los trabajadores están más contentos cuando se les sube el sueldo un 7% cuando la inflación es del 5%, que cuando se les sube un 5% y la inflación es del 3%. A la hora de hacer la compra, la mayoría piensa que obtiene un beneficio mayor cuando le hacen una oferta de 2×1 que cuando le ofrecen un descuento del 50%, y algunos inversores se sientes más atraídos por una acción cuando se realiza un split, aunque no haya cambiado el valor. Vamos a ver cómo evitar caer en estos trucos con los números.
Consigue y mira mucha información:
Cuando vayas a invertir en una acción o en un fondo de inversión, no te quedes sólo en su rentabilidad media, ni te dejes atrapar por un gran número como una rentabilidad de 2.900% en 10 años. Esa es la rentabilidad que tiene la acción de Dell en 10 años, que lleva una caída del 15% en los últimos 5 años.
Pide una segunda opinión:
Es difícil sacarse de la cabeza números tan espectaculares como los que hemos visto, así que puede ser una buena idea pedir una segunda opinión a una persona a la que respetes antes de tomar la decisión de compra.
Consúltalo con la almohada:
Tu estado de ánimo «a corto plazo» puede causar estragos en tu rentabilidad a largo plazo. Date un día antes de tomar una decisión.
Conclusión:
Es curioso lo fácilmente manipulable del ser humano y cómo, ante una misma situación e información podemos tomar decisiones diferentes, sólo por cómo se nos presentan los datos. ¿Cómo protegernos ante esto? Como casi siempre, siendo más racionales y dejándonos llevar lo menos posible por las emociones.
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Efectivamente, las cosas hay que pensarlas porque a primera vista a veces engañan, el otro día me plantearon un problema en un sentido parecido al post, ¿Qué reloj es mejor para poder saber la hora? (es un reloj de manecillas) ¿uno estropeado que no funciona en absoluto o uno que se retrasa un minuto al día?
Qué bueno Nel.lo, ese tipo de juegos me gustan mucho.
Aunque prefiero que me regalen el reloj que se retrasa un minuto, en este caso diría que el «bueno» es el que está estropeado, por eso de que, al menos, da la hora correcta dos veces al día.
Espero la respuesta.
jeje esa es la respuesta correcta, el que se retrasa da la hora correcta una vez cada dos años. Aunque lo que dice Aprendiz tampoco está mal si no te cansas antes, lo tiras al suelo con rabia y lo rompes, entonces será tan bueno como el que no funciona jajaja
El mejor puede ser cualquiera de los dos, la pregunta seria, por cuanto se puede vender cada uno ? Ya me comprare uno que funcione después de invitar a cenar al que me lo regalo con las ganancias
Abz
Jose
Si ninguno es de los buenos, entonces el que se retrasa, a ver a quien le vendes un reloj que no funciona 😉
Que adelantar el minutero un minuto al día nos es tanto esfuerzo, perezoso :p
jajajaja. Desde luego es la versión más práctica.
Otra alternativa aunque menos práctica: mudarse a un huso horario al Este cada 2 meses…
Acerca de los números… completamente de acuerdo.
O hacerse piloto, pero igual es mucho jaleo por no comprarse un reloj 😉
Ya te digo… con lo que cuestan las licencias de piloto :p 😮