Errores y problemas al emprender

Posted by on Abr 6, 2015 in Análisis fundamental, Emprendedores | 0 comments

Errores y problemas al emprender

Hace unos meses le dediqué un artículo a un capítulo de El Libro Negro del Emprendedor. Un libro con ese título deja claro ya desde el principio que no va a ser el típico libro que puede animar a cualquiera a emprender, sino más bien al contrario. De hecho, uno de los objetivos del libro es que el aspirante a emprendedor se quite la idea de emprender, si es que no es realmente lo suyo.

En el artículo anterior sobre este libro (que puedes ver pinchando aquí) veíamos la parte que el autor dedicaba al placer de emprender. El de hoy es la continuación en el que se explican algunos de los problemas e inconvenientes que surgen a la hora de emprender. Junto con las palabras del autor, explicaré algunas de las circunstancias que me sucedieron durante el tiempo en el que tuve mi negocio

Espíritu luchador para las adversidades

Me gustaría ahora matizar lo expresado en el asalto anterior.

 

Yo puedo no tener las aptitudes para ser pintor, pero sí una sensibilidad artística que me permita hacer buenos cuadros. Yo puedo no tener naturaleza de deportista, pero aun así ganarme la vida con ello. Si exigiésemos a todo médico, deportista, ingeniero, abogado, etc., que tuviese las características fundamentales que se requieren para su profesión sobrarían la mitad de los médicos, deportistas, ingenieros, abogados, etc., que hay en el mundo.

 

En el caso de emprender hay una faceta personal que permite a cualquier persona sin madera de emprendedor ser capaz de sobrevivir y triunfar en casi cualquier aventura empresarial. Se trata de la capacidad de sobreponerse a las dificultades, de afrontar reveses. Llámele capacidad de sufrimiento, espíritu luchador, tenacidad…

sigue adelante emprendedor

Xavier Gabriel me explicó: «Cuando hice la serie de televisión, filmada en el Amazonas, tardé tres años en colocada y venderla a diversas televisiones de tres continentes. Todo es constancia, tenacidad y perseverancia para un buen producto, para algo que tú fueses el primero en comprar sin dudarlo».

 

Partamos de la premisa de que rara vez, por no decir nunca, lo que logramos es lo que habíamos planificado. Oí decir una vez al reputado economista y buen amigo Xavier Sala-i-Martín que no hay nada más inútil que hacer planes. Volveré sobre esto en la quinta parte, pero lo que quiero resaltar ahora es que, tanto si sale todo mejor de lo previsto como si sale peor, los resultados de nuestra acción emprendedora nunca van a cuadrar con nuestras previsiones, con nuestros planes. Y en uno y otro caso, habrá problemas.

 

Cuando las cosas van peor de lo previsto, está claro cuáles son los problemas. Pero incluso cuando van mejor surgen nuevos problemas y retos que hay que afrontar y para los cuales tampoco estábamos preparados. De pronto hace falta más dinero, más inversión, más recursos… Conocida es la frase «morir de éxito».

Yo no morí de éxito, ni mucho menos. No me habría importado. Pero la verdad es que llegó un punto en que tenía bastantes clientes, y a veces se hacía difícil asegurar que el servicio para todos era tan bueno como yo quisiera. Obviamente esto me trajo algunos problemas, y llegado un punto decidí eliminar ciertos servicios, a pesar de que eso implicaba perder algunos clientes.

O sea que tanto por exceso como por defecto la realidad no es nunca la que esperábamos encontrar.

 

Pero además de la diferencia entre realidad y expectativas, en la aventura de emprender surgen muchos otros imprevistos.

 

Por ejemplo, cuando monté mi empresa, dependíamos en gran medida de un cliente potencial que prometió convocarnos a concurso cuando tuviese proyectos que llevar a cabo. Construimos nuestro plan de negocio basándonos en esa oportunidad. De ese cliente dependía el 70 por ciento de la facturación prevista para el primer año. Surgió un proyecto en Lisboa y fuimos convocados. Para optar al concurso tuvimos que invertir una cantidad bastante fuerte de dinero, de hecho, más del 50 por ciento del capital del que disponíamos.

morir de éxito

Sacado de: http://www.unnecomunicacion.com/

 

Nos presentamos y perdimos el concurso.

 

En aquel momento pudimos haber claudicado. Nuestro plan de negocio se sustentaba en aquel cliente potencial que quedó, en parte, defraudado por nuestra propuesta.

En mi caso, cuando tenia decidido emprender y dejar mi trabajo, tenía bastantes cosas por hacer para empezar. Muchas de ellas dependían de mi, pero había una, muy importante, que no dependía tanto de mi, y era conseguir proveedores. Realmente no eran mis proveedores exactamente, pero voy a utilizar ese término para hacerlo más sencillo. El asunto es que al ser nuevo en el negocio, y sin ninguna experiencia, me fue imposible conseguir los proveedores que yo consideraba buenos.
 Sin embargo, tuve mucha suerte de que estas empresas no quisieran ser mis proveedores, pues las condiciones y servicios que ofrecian eran mucho peores de los que conseguí después con otras compañías y, seguramente, de haber seguido adelante con ellos, habría perdido dinero.

Por otro lado, más adelante conseguí un proveedor de un servicio que me parecía realmente bueno y pensaba que el proveedor era de la mayor calidad. El servicio tenía mucha demanda, pero el proveedor resultó ser pésimo, y me tuve que enfrentar a muchos problemas grandes, en parte, por su culpa.

Eso es un imprevisto. Yo no me considero una persona con excesiva atracción por la incertidumbre y/o deseo por el propio acto de emprender. Pero creo que tengo un salvoconducto. Es decir, tengo espíritu luchador, no me rindo fácilmente. Esto se traduce en capacidad de examinar mis errores, aprender qué hago mal cuando me equivoco (sin fustigarme), corregido y poner ante mí nueva munición e ilusiones renovadas.

 Las personas luchadoras se reconocen también porque son altamente competitivas. En deporte o en competiciones no les gusta perder. Es más, no les gusta perder ni al parchís, donde el resultado de la partida tanto depende de los dados.

 Me gustaría que no fuera así, pero la verdad es que me pico cuando echo una partida a un juego de mesa o algo parecido, y no gano.

La misma tarde en que nos comunicaron que habíamos perdido el proyecto le propuse a mi socio que trabajásemos durante dos semanas en cómo construir propuestas ganadoras, diferenciadas del resto. Nuestro error fue confiar demasiado en nuestras posibilidades. Éramos nuevos en el sector y nadie iba a contratamos si no demostrábamos que sabíamos hacer las cosas mejor que nuestros competidores incluso en el modo de elaborar un presupuesto y enfocar una propuesta de colaboración. Adicionalmente, decidimos no presentamos a ningún otro concurso de aquel cliente tan importante hasta no haber ganado otros más pequeños de clientes con menor entidad.

 

Así lo hicimos. Y salió bien. Dos años después ganamos el primer concurso para ese cliente que antes nos había rechazado. Han pasado 10 años y mi empresa aún trabaja para ellos.

 

Éste es sólo un ejemplo. Pero los emprendedores con experiencia saben que, como este imprevisto, los hay a patadas, y mucho peores: pérdida del principal proveedor, del principal cliente, de una exclusiva de importación, hundimiento del sector y un largo etcétera.

Ningún emprendedor ha dejado de cometer un gran error

Entre todos estos problemas, está el gran error. Que nadie olvide esto. No hay emprendedor o profesional que no haya cometido un gran error en su vida. Otra cosa es que lo reconozca o quiera explicarlo en público.

 

En una mesa redonda organizada por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) que llevaba por título «Innovation by example», David Costa, entonces socio director de la oficina de Barcelona, explicó cómo Everis (anteriormente DMR Consulting) fracasó en el proyecto más importante que ganó en su etapa de crecimiento. Era un proyecto para el Deutsche Bank que suponía unos honorarios de 900 millones de las antiguas pesetas. En aquel momento, DMR facturaba 1.200 millones de pesetas. Puede uno imaginar lo que significaba aquel encargo. La empresa no estuvo a la altura de las expectativas de su cliente. ¿Saben cuál fue la decisión de DMR después de varios años de trabajo? Devolver el dinero a su cliente y reconocer su error. Repito: devolvieron 900 millones de las antiguas pesetas.

Sin poder comparar lo más mínimo en cuanto importes, yo también decidí devolver el dinero a algún cliente al que no pude ofrecerle un servicio de la calidad que le había vendido De hecho, varias veces fue debido a ese proveedor que me parecía tan bueno al principio, y que resultó ser nefasto.

Bien, esto es muy fácil de decir, pero en aquel momento podía haber supuesto el cierre de una empresa de varios cientos de trabajadores, de una empresa con un prometedor futuro. El final de esta historia es feliz. DMR, hoy Everis, sobrevivió a aquel error, sus directivos aprendieron que no debían aceptar encargos para los cuales no estaban todavía dimensionados y salieron adelante.

 

Pero debieron sufrir. ¡Caramba si debieron sufrir!

 

Sólo se puede confiar en las personas, instituciones o empresas que asumen la responsabilidad de sus errores. Esto que parece tan fácil es más inusual que un eclipse completo de sol. De veras que vivir con un error a cuestas o con haber sido pillado en falta es duro. Pero un emprendedor con salvoconducto sabe asumirlo y aprende de las adversidades. En lugar de deprimirse y enviarlo todo a hacer gárgaras, piensa, corrige y actúa.

Cuando lo que toca es redefinir

De todas las fuentes de imprevistos tal vez sea ésta la fundamental. Cuando uno plantea un nuevo negocio, encontrará que su idea tendrá que ser ajustada, adaptada, parcialmente modificada, o incluso, como en el caso anterior, redefinida. Surge entonces una sensación: ¡es que yo no quería un negocio así! El salvoconducto exige supeditarse a lo que el negocio debe ser o es más conveniente que sea, aunque no sea lo que nos gusta.

 

El emprendedor podrá toparse con problemas, pero jamás podrán quitarle el afán de salir adelante. El salvoconducto que, sin ser un emprendedor total, habilita para emprender porque arroja parejos resultados consiste en no derrumbarse, en no rendirse, en cambiar lo que haya que cambiar cuando las cosas no son como preveíamos que iban a ser.

 

Si además tenemos en cuenta que jamás (¡jamás!) las cosas son como prevemos, eso significa que la capacidad de enfrentarse a las situaciones desconocidas, imprevistas y no deseadas condiciona absolutamente la supervivencia.

 

Recuerde que no fracasan las ideas, fracasan las personas. Recuerde que no fracasan los negocios, sino que son las ilusiones las que se dejan vencer por la falta de cintura, imaginación y flexibilidad para afrontar imprevistos.

 

Recuerdo que, con 28 años, un par de meses antes de emprender mi empresa, en un vuelo entablé conversación con el pasajero que se sentó a mi lado. Era un emprendedor con muchos años de experiencia. Le expliqué que iba a iniciar un negocio en breve, pero que a veces dudaba sobre si yo era una persona adecuada para emprender. Me escuchó en silencio, miró por la ventanilla del avión, y luego me soltó una sola frase que a menudo mi socio me recuerda: «Para ser emprendedor, sobre todo hay que ser un gran fajador».

¿De qué depende tener o no salvoconducto?

En este punto, el lector puede preguntarse de qué depende que una persona sea así de tenaz y luchadora y, en cambio, otra no lo sea. No está documentado, pero depende, sobre todo, del entorno en el cual uno ha nacido y crecido, donde ha sido educado.

 

«La inquietud y las ganas de aprender, el afán de superación crean el carácter curtido y forjado.»

 

Es cierto que hay emprendedores que lo son genéticamente. Es algo inexplicable, son personas con un afán emprendedor que reside en su propia naturaleza. Pero esto no es lo habitual. El emprendedor normal se hace gracias al entorno personal o profesional en el que se ha desarrollado como persona. Suelen ser gente cuyas circunstancias o educación han sido muy difíciles, tanto por haber tenido una mala relación con sus padres, sus amigos o sus maestros, como por haber crecido en un entorno de carestía o dificultades económicas y, por ejemplo, haber tenido que pagarse los estudios trabajando. Las personas luchadoras son las que están habituadas a la adversidad y a la frustración, y han desarrollado por ello una capacidad brutal de resistencia; están entrenadas para resistir y resistir. Son personas optimistas, que no se amilanan fácilmente ante las dificultades.

el lider nace o se hace

Ferran Soriano me dijo: «El emprendedor nace y se hace. En cualquier caso, es muy importante la educación familiar. Una persona cuyos familiares sean pequeños empresarios o tenderos tendrá más propensión a ser emprendedor que el hijo del presidente de una multinacional, puesto que el primero se habrá educado en la filosofía de que para ganarse la vida hay que depender de uno mismo, de su trabajo, de que no hay nada garantizado».

 

Pero ¿qué ocurre si éste no es nuestro caso, si no nos hemos desarrollado en un entorno así?

 

En ese caso, lo que hay que hacer es fomentar la capacidad de aguante y el espíritu de sacrificio. No es preciso hacerlo en el ámbito empresarial. Podemos proponemos un objetivo intelectual, como aprender un idioma, adquirir destreza en una disciplina, dominar un deporte, practicar algún tipo de ejercicio físico. Proponemos la realización de un plan y, mediante disciplina y esfuerzo, lograr unos objetivos. Así se experimenta la capacidad de sufrimiento y, lo más importante, se comprueba la infinita satisfacción que procura alcanzar los resultados que uno se propone.

 

Analice si es usted una persona con capacidad de sufrimiento. En caso contrario, rodéese de personas que posean esa capacidad porque es quizá aun más importante que tener madera de emprendedor.

 

Un FCF es no disponer de esta cualidad. Una cualidad que en algunos es natural, pero que también puede desarrollarse. Y que es necesaria. No está cuantificado, pero creo que no ando muy errado al afirmar que el fracaso del 50 por ciento de emprendedores se debe a la falta de espíritu luchador.

 

Hay gente a la que le cansa vivir; a la persona con salvoconducto, no.

Conclusión:

Todo en la vida es incierto, y prácticamente nada sale como esperamos en un primer momento o como hemos planeado, y el emprendimiento no sólo no es una excepción, sino que es algo en lo que se vive con mucha más fuerza.

Aunque emprender es bonito y tiene muchas cosas buenas, hasta que no se vive no se puede llegar a entender lo duro y problemático que es. Por eso, una de las claves es poder adaptarse a las circunstancias y sobreponerse de los innumerables problemas que surgen.

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