La correcta relación con el dinero

Posted by on Ago 8, 2015 in Formación Bolsa | 10 comments

La correcta relación con el dinero

Relacionarse bien con el dinero es muy importante para que nos vaya bien con él. Hay quien siempre está diciendo cosas malas sobre el dinero, y así le va. Tampoco nos va a ir bien por decir cosas bonitas sobre el dinero, pero entendiendo su valor y su importancia ya hemos dado un paso grande. Hay quien dice que el dinero no importa nada y, o se está engañando a sí mismo, o no es consciente de lo que dice. ¿Quiere esto decir que nuestra vida debe girar en torno al dinero? No. Para nada. Pero sí que creo que es necesario entender su importancia.

A veces me hace gracia la relación de alguna gente con el dinero. Habitualmente, quien dice que el dinero no da la felicidad (coincido) se mete con alguien rico si no es feliz. – «¿Cómo no va a ser feliz, si es millonario?» – ¿Pero tú no decías que el dinero no da la felicidad? Entonces, ¿por qué no puede ser infeliz a pesar de tener mucho dinero?«

Y sí, yo no creo que el dinero dé la felicidad (y no voy a decir eso de que «da una sensación muy parecida», aunque no me importaría tener la oportunidad de comprobarlo), pero sí que creo que es algo que hay que cuidar, de igual forma que cuidamos nuestra salud, a nuestra familia o a nuestros amigos.

El texto que hay a continuación es un fragmento del libro de André Kostolany, El Arte De Reflexionar Sobre El Dinero que habla sobre esto y se titula:.

La correcta relación con el dinero

El dinero acude a aquellos que lo anhelan apasionadamente. El que quiere llegar a ser rico tiene que estar hipnotizado por el dinero como la serpiente por su encantador. Pero debe existir cierta distancia. Onassis decía en una frase: «hay que amar el dinero fervientemente y tratarlo fríamente. Y no hay que correr detrás de él, sino que hay que salir a su encuentro».

Aunque la frase está referida al dinero, creo que la idea podría aplicarse para conseguir muchas de las cosas que anhelamos.

Esto es importante principalmente en la Bolsa, donde no se pueden perseguir las cotizaciones al aza, sino que hay que salir al encuentro de las cotizaciones a la baja.

 

La pasión por el dinero también puede llevarnos a una avaricia o una adicción al derroche enfermizas; uno es adicto a salir siempre con dinero, el otro es adicto a tener cada vez más. El multimillonario Paul Getty, por aquel entonces el hombre más rico de América, era conocido por mandar una cabina de teléfonos a los invitados que desearan telefonear.

 

En la mesa de la cafetería se abrió el debate de cuál era el hombre más avaricioso de todo Budapest. El Barón Duque, rey de los comerciantes de tabaco en los Balcanes, o Ludwing Ernst, coleccionista de arte y dueño de un museo, ambos, naturalmente, muy ricos, multimillonarios. Incluso se realizaron apuestas y todos esperamos una oportunidad propicia para aclarar esta cuestión de una vez por todas. Entonces llegó la oportunidad: la cuestación para la Cruz Roja. Uno de los recaudadores se encontró casualmente con ambos. Primero le acercó el bote al Barón Duque, el cual sacó rebuscando de su monedero la moneda más pequeña que existe y la introdujo en el recipiente con un movimiento despreocupado. Luego llegó el gran momento de la decisión: ¿cuánto más o cuánto menos daría Ludwig Ernst? Éste pensó durante sólo medio segundo y luego dijo como dando por supuesto: «¡nosotros vamos juntos, era por los dos!»

 

Aún más cínico era un rico corredor de Bolsa llamado Marcel Fischer, padre de uno de mis compañeros de clase. Un día escuchó en su pequeña oficina cómo su apoderado gritaba excitado por todas partes:

 

– «No, no, no tenemos dinero, no tenemos dinero. Váyase».

 

Fischer sale corriendo de su oficina y le pregunta:

 

– «¿Por qué grita de esa manera, señor apoderado?»

 

-«El gorrón de Grün ha estado aquí y nos quería pedir una donación».

 

– «¿Y qué ha hecho con él?» Le he echado fuera y le he dicho que no tenemos dinero».

 

– «Pues vaya corriendo y tráigalo aquí de nuevo», dice el millonario Fischer.

 

Cuando el apoderado le llama, Grün estaba todavía en la escalera del edificio, alergrándose de que el jefe quisiera verle. Quizá todavía pille algo.

 

Grün entra a la oficina, Fischer abre el armario donde guarda el dinero y dice: «¿ve los cajones rebosantes, señor Grün? ¿Qué ha dicho mi apoderado? ¿Qué no teníamos dinero? Totalmente falso. ¡Tenemos dinero, mucho incluso, pero no le vamos a dar nada!»

dinero debajo del colchón como en el banco

Curiosa es también la historia del señor Blau, que se queja ante sus amigos en la cafetería: «mi mujer siempre me está pidiendo dinero».

 

Para terminar con el lamento le pregunta uno de sus compañeros: «¿Y qué hace ella con tanto dinero?»

 

– «No lo sé», -dice el señor Blau-, «yo no le doy nada».

 

Los personajes de estas historias eran, por la cantidad que poseían, todos millonarios, pero yo soy de la firme conviccion de que no se puede llegar a ser millonario, ni material ni intelectualmente, siendo avaricioso. Quien se apega demasiado a su dinero no puede invertirlo, ya que teme cualquier riesgo de perderlo. Este es el problema de los alemanes, que adoran a su mercado sagrado y tienen por ello miles de millones en la cuenta bancaria. Y el Banco Federal Alemán, con la politica monetaria demasiado avariciosa de estos, ha evitado, hasta el momento, un segundo milagro económico alemán.

 

Ser millonario significa ser independiente. El avaro total nunca llegará a ser independiente, ya que se encuentra bajo el dominio de su adicción al ahorro; ni puede comprarse un coche caro ni alegrarse de que puede hacerlo siempre que lo desee. Ya sólo el pensamiento de tener que gastar dinero queda prohibido.

 

¿Y el adicto al derroche? Éste vive la vida a todo tren, compra y consume todo lo que quiere, pero aun así no es independiente; debido a que se gasta todo el dinero, está obligado constantemente a conseguir más, dependiendo, de esta manera, de su jefe o sus clientes, que son su fuente de ingresos.

 

La actitud correcta con el dinero se encuentra en algún punto entre ambos extremos, pero sólo ésta no le hace a uno millonario.

Conclusión:

Llevar la contraria a los dos multimillonarios de la historia de Kostolany es complicado, cuando ellos son multimillonarios, y yo no. Sin embargo, me voy a apoyar en Kostolany para defender mi posición. Coincido con él en que una relación sana con el dinero implica, tanto estar dispuesto a gastar, como estar dispuesto a no derrochar.

En el camino a la libertad financiera hay que estar dispuesto a ahorrar. Pero eso no quiere decir que haya que ahorrar todo. Primero, porque la vida hay que vivirla, y salir a cenar, tomarse unas copas o irse de vacaciones no nos aleja del objetivo, si se hace con cabeza. Y, segundo, porque creo firmemente que para recibir hay que dar.

Puedes comprar el libro El arte de reflexionar sobre el dinero pinchando aquí.

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10 Comments

  1. Gracias Lancaster por otra buena entrada.

    Te hace pensar en no ser extremista con el dinero, queremos sacar lo máximo de nuestro dinero -por ejemplo-, pero éso no quita que queramos evitar a toda costa todo gasto en disfrute personal. Por otra parte, me he reído bastante.

    Saludos.

    • La verdad es que los ejemplos e historias que cuenta Kostolany son muy buenos, y hacen que algunos fragmentos del libro sean fácil de leer y de entender.

      Coincido en que hay que ahorrar e invertir, pero sin ser extremista.

      Saludos.

  2. Este libro es uno de mis preferidos. Hay momentos en el libro que resultan pesados, pero otros son magníficos y creo que unos compensan los otros.
    Me gusta como te hace reflexionar sobre como ocurren las cosas en la economía y como influyen en la bolsa.
    Sin duda un libro muy recomendable.
    En cuanto a la relación con el dinero…hay que tener un cierto desapego a el, es necesario y por tanto hay que conseguir «ganar dinero», pero no hay que ser esclavo del dinero, ni por gastar mucho, ni por no gastarlo.
    Hay un chascarrillo que siempre he oído en mi zona, referido al dinero y el matrimonio:
    «Cuando el dinero sale por la puerta, el amor se va por la ventana».
    El dinero, por desgracia, es necesario.
    Un abrazo.

    • Creo que lo que dices de no ser esclavo del dinero es clave. Al final, si intentamos conseguir la libertad financiera es, precisamente, para no ser esclavo, y pasarse media vida esclavizado para conseguir el objetivo no merece la pena. Al menos, yo prefiero ser libre antes y después, en la medida de mis posibilidades.

      Muy bueno el chascarrillo, seguro que más de uno ha visto que se ha cumplido literalmente en sus narices.

      En cuanto al libro, a mí se me hizo bastante ameno. Además, la versión en papel tiene la letra grande y con mucho espacio, por lo que a veces avanzas sin darte cuenta, aunque es cierto que hay alguna cosa más pesada.

      Un abrazo.

  3. Buenas LancasterGate, para mí una relación sana con el dinero es la que se describe en «El millonario de al lado». Creo que lo mejor que te puede pasar es dedicarte a algo que te guste como puede ser un proyecto empresarial etc y que el dinero vaya a ti como recompensa de dicho trabajo. A los lectores de tu blog también nos motiva hacer crecer el dinero conseguido vía inversión más que comprarnos un coche cada 4 o 5 años (el mio tiene 16 años y va fenomenal :P)
    En el pto medio está la lógica. Un abrazo.

    • Me gusta tu idea de que nos motiva hacer crecer el dinero, porque es así. No sólo lo hacemos (o al menos yo) por conseguir un objetivo, sino porque disfrutamos haciéndolo y disfrutamos el camino.

      Un abrazo.

  4. Hola LancasterGate, acabo de descubrir tu blog viendo una referencia de él en invertirenbolsa.info.

    No conocía el libro «El arte de reflexionar sobre el dinero» pero me lo apunto para echarle un ojo.

    Genial artículo, gracias,

    jj

    • Muchas gracias jj. Me alegro de que te guste el blog.

      Saludos.

  5. Me gusta este post. Creo que uno de los riesgos de buscar la libertad financiera es pasarse de rosca y no disfrutar la vida.
    Un abrazo.

    • Así es. Yo creo que hay gente que, con la idea de vivir mejor unos años, renuncia a vivir los años previos, y es una pena.

      Un abrazo.

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