El pornógrafo emprendedor: Gavin Griffiths

Posted by on Oct 4, 2014 in Análisis fundamental, Emprendedores | 0 comments

El pornógrafo emprendedor: Gavin Griffiths

¿Cuántos libros te has comprado en el aeropuerto mientras esperabas en el aeropuerto para embarcar? Yo unos cuantos. Ahora con el ebook suelo llevar en él varios libros pendientes de leer, pero hace unos años cada viaje solía suponer un nuevo libro a comprar en las tiendas del aeropuerto. En uno de estos viajes vi un libro que se llamaba El Pornógrafo Emprendedor . El título era sugerente por lo de pornógrafo pero, aunque parezca mentira, lo compré por lo de emprendedor.

El mundo del emprendimiento me gustaba mucho por entonces y leía mucho de él. Ahora, tras haber emprendido (y espero volver a hacerlo en el futuro) y haberlo probado en mis carnes, no necesito leer tanto sobre él. Aun así, recuerdo con mucho cariño este libro, pues es bastante diferente a lo habitual. Primero de todo porque trata de una persona que no tiene nada que ver con el porno y decide meterse en ese mundillo. Y segundo, porque como bien dice el subtítulo del libro (aventuras empresariales de un ejecutivo que casi triunfa) Gavin Griffiths fracasó y es precisamente eso lo que lo hace tan interesante. Prácticamente todos los libros de emrprendedores son sobre personas que triunfan, pero a pesar de que la mayoría de los emprendedores fracasan en sus primeros proyectos, pocos libros tocan ese tema. Además, como seguramente estés pensando, de lo que más se aprende es de los errores, así que con este libro puedes aprender de los errores de otra persona mientras te echas unas risas y descubres cómo funciona mundo de la pornografía.

A continuación vamos a ver la introducción del libro y una pequeña parte del primer capítulo:

Introducción de El Pornógrafo Emprendedor

«Momento de confesiones: me llamo Gavin Griffiths, y durante cerca de un año fui pornógrafo. Se trata de una historia sencilla de chico conoce chica, la chica es editora de una revista erótica, el chico deja su trabajo para trabajar con la chica, y la chica y el chico compran una revista erótica por 1 libra. Pero no es una historia de éxito. O al menos del éxito tal y como la mayoría lo define. El éxito en los negocios suele caracterizarse por empezar de nada -preferiblemente con un triste telón de fondo de miseria donde tu familia integrada por 12 personascomparte una única habitación en un destartalado bloque de pisos- y, con la ayuda de astucia, crueldad y muchísimo trabajo duro, el dinero te sale por las orejas. El resultado de tanta riqueza es que todo el mundo te da palmaditas en la espalda, tus amigos se ponen celosos, tú compras una finca en el campo, y durante el resto de tu vida todo el mundo está de acuerdo con lo que dices. Incluso cuando te equivocas.

Estamos acostumbrados a venerar a héroes emprendedores como Richard Branson (Virgin) o la fallecida Anita Roddick (The Body Shop), porque salieron adelante contra todo pronóstico, rompieron barreras y convirtieron su persona y sus negocios en nombres conocidos al mismo tiempo que, naturalmente, amasaban grandes fortunas. Pues ésta no es una de esas historias de éxito: nosotros no conseguimos que funcionara, yo no soy un nombre conocido y, a buen seguro, no amasé ninguna fortuna.  Pero dejamos el pabellón bien alto, defendimos nuestros intereses y lo intentamos. Durante este tiempo, contemplé la llegada al mundo, llorando y pataleando, de mi primera hija, y fui también testigo de cómo mi querida abuela iba perdiendo lentamente el control de la realidad hasta abandonarnos definitivamente.

Ambos sucesos tuvieron lugar en parecidas habitaciones de hospital, con la familia al alcance de la mano, y con protagonistas separados por casi 80 años. Y sobre esto va precisamente el libro. Sobre intentarlo. Sobre lo que hice en el transcurso de estos 80 años que tenemos asignados, un año que siempre recordaré. Fue un año que siempre recordaré. Fue un año que ningún dinero podría haber comprado, un año en el que aprendí más sobre negocios, personas y sobre mí mismo que en todos los años que lo precedieron. Fue un año en el que fracasé, pero en el que igualmente logré obtener algo así como una especie de resultado De modo que si no le importa subirse al carro conmigo y que le metan un gol a la primera, siga leyendo. Si el fracaso no le va como anillo al dedo, entonces le recomiendo que cambie este libro por Losing My Virginty (Perdiendo la Virginidad de Richard Branson. También lo he leído y es muy interesante). Contrariamente a lo que pueda haber leído en otros libros, ¡no todo el mundo lo consigue!«

Capítulo 1: cómo comprar una revista erótica por 1 libra

«Triggers O´graddy era un pornógrafo novato y se le veía cada vez más incómodo a medida que avanzaba la sesión fotográfica. Por suerte, su encantadora prometida estaba ocupándose del estilismo de las modelos, de lo contrario nunca habría sido capaz de explicarle por qué estaba pasando la mañana con una alta y atractiva modelo africana medio desnuda. Triggers se dedicaba a la fotografía desde que salió de la universidad y descubrió que era bastante bueno para fotografiar perros. Acabó cayendo por casualidad en el mundo de la moda, pero no pagaban muy bien, ya que había mucha gente que se dedicaba a ello a cambio de nada por el simple hecho de tener una oportunidad… De modo que accedió a ayudarme, pero sólo si podía trabajar con seudónimo; y así fue como nació Triggers

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Tampoco yo sabía muy bien cómo funcionaba la industria del sexo, y Trigger y yo nos miramos nerviosos cuando las modelos que yo había contratado empezaron a desnudarse y a quedarse con medias y liguero delante de nosotros.

En una ocasión había visto un  documental por la tele donde el equipo de filmación grababa escenas en los camerinos de un desfile de alta costura en Londres y donde las modelos se paseaban medio desnudas, vestidas sólo con ropa interior y con cuatro retales de tela. Pero nuestra sesión no tenía nada que ver con eso. Había una ausencia considerable de supermodelos, riqueza y glamour. Eran una curiosa mezcla. Una de ellas tenía 70 años y vivía en Sloane Square. Había otra que era australiana, bastante guapa, y que nos informó de que tenía un sarpullido. Una chica llamada Blade, de Tottenham nos contó que era una princesa africana. Y no lo era, claro.

Nicole, de Francia, fue la primera en salir. Habíamos alquilado una casa lujosa en el no tan lujoso barrio de Mile End, en el East London, que me costaba 100 libras la hora (buen negocio) por lo que no podíamos dormirnos. Estábamos utilizando varias habitaciones de la casa para la sesión y se suponía que las chicas se tenían desnudar delante de Triggers mientras él las fotografiaba. Utilizaríamos las fotos para una página web que tenía pensado lanzar a finales de aquella semana. Triggers acompañó a Nicole a la habitación blanca del primer piso. Yo me quedé esperando la pie de la escalera sin saber muy bien qué hacer. Jamás en mi vida había dirigido una sesión fotográfica de desnudos eróticos, y no tenía muy claro si debía estar presente en la habitación mientras Nicole se desnudaba. Tampoco había nadie que me diera alguna pista sobre la etiqueta que se seguía habitualmente en las sesiones fotográficas porno. Había dado todas las instrucciones necesarias a Triggers, por lo que opté por ir de caballero, quedarme fuera y esperar a que la sesión terminase.

Me senté en el último peldaño, encendí el pitillo que le había gorroneado Blade, tosí, lo apagué, porque no fumo, y en un momento de tranquila reflexión me pregunté cómo me había metido en todo aquello. ¿Qué había hecho para acabar rodeado de modelos semidesnudas en una sesión de fotografía pornográfica en el Mile End? ¿Cómo se lo había montado un respetable y remilgado ejecutivo especializado en el mundo del transporte marítimo como yo para desviarse hasta tal punto de todo lo que conocía? No tenía ambición ni intención de entrar en el negocio profesional «adulto» y, en todo caso, me consideraba más bien puritano. Pero antes de que continúe con mi sórdida historia, tal vez sea el momento adecuado para rellenar algunos espacios en blanco y sentar las bases de cómo empezó todo.»

Conclusión:

Hay que ver las vueltas que da la vida. Quién le diría a este buen hombre que algún día sería un empresario del porno.

A parte de eso, la historia de un emprendedor que fracasa en su primer intento siempre es interesante para alguien al que le interese este mundo.

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