¿Quién iba a decir que comer chocolate ayuda a invertir mejor en Bolsa? Y, sin embargo, con algo tan fácil y placentero podemos mejorar nuestros resultados. Bueno, vale, quizá no sea exactamente así, pero quería poner un título que fuera diferente a lo habitual. Además, aunque comer chocolate no ayude, el título no va tan desencaminado.
En este artículo vamos a ver un fragmento del libro Behavioural Investing de James Montier, traducido por mi, en el que se explican cinco problemas que surgen cuando agotamos nuestra capacidad de autocontrol, y no comer chocolate (o no comer tanto como querría) es una de las cosas que agota mi autocontrol, y el de otra mucha gente. De hecho, no comer galletas y chocolate fue la causa principal por lo que un grupo de personas actúo de forma más pobre que otro grupo que sí que comió y que, por tanto, habría tomado decisiones de inversión mucho peores. Vamos a verlo:
Tabla de contenidos
El autocontrol es como un músculo
Desafortunadamente, un gran número de estudios psicológicos (Muraven y Baumesiter, 2000; Baumeister 2003) sugieren que nuestra capacidad de usar el autocontrol para que nuestro proceso cognitivo se imponga a nuestras reacciones emocionales es limitada. Cada esfuerzo que hacemos de autocontro, reduce la «cantidad» de autocontrol que podemos ejercer posteriormente.
Un ejemplo clásico de la obra de Baumeister es el siguiente experimento. Se pidió a los participantes que no comieran nada durante las tres horas previas al experimento (el horario obligaba a saltarse la comida). Cuando llegaron se les separó en tres grupos.
Al primer grupo se le puso en una habitación con aroma a galletas y chocolate recien hecho que embriagaba el ambiente. Esta habitación también tenía una bandeja con las galletas recien horneadas y dulces de chocolate y otra bandeja con rabanitos. A este grupo se le dijo que debía comer el mayor número de rabanitos posibles en los siguientes cinco minutos, y se les dijo que no podían tocar las galletas. Al segundo grupo se le puso en una habitación similar con las dos bandejas, y se les dijo que podían comer galletas. Al tercer grupo se le puso en una habitación vacía y sin olor.
Tras cinco minutos se retiró la comida y se dio a los participantes varios problemas para resolver. Los problemas consistían en trazar figuras geométricas sin salirse de la línea y sin levantar el lápiz del papel. Por desgracia, los problemas eran imposibles de resolver. Sin embargo, sí que se midió el tiempo que dedicaron los diferentes participantes y el número de veces que lo intentaron antes de rendirse.
Los resultados fueron impresionantes. Aquellos que habían comido rabanitos (y, por tanto, gastaron mucha fuerza de voluntad resistiéndose a comer las galletas) se rindieron en la mitad del tiempo que aquellos que habían comido galletas y que los que se habian encontrado una habitación vacía. Además, hicieron muchos menos intentos antes de rendirse.
Baumeister (2003) concluye el estudio con los principales descubrimientos de su estudio:
1. Bajo estrés emocional, la gente se inclina más por el alto riesgo y opciones con mayor potencial de recompensa, incluso aunque estas sean opciones objetivamente malas. La causa es que debido al estrés emocional no se piensan las cosas bien.
2. Cuando la autoestima es amenazada, la gente se entristece y pierde la capacidad de autorregularse. En particular, aquellos que tienen una alta opinión de sí mismos, se enfadan más a menudo tras un baño de humildad y tratan de probar rápidamente lo buenos que son, cosa que les lleva a dejar de lado la forma racional con la que se enfrentan a la vida habitualmente.
3. El autocontrol es necesario en muchas formas. Por ejemplo, cuando el autocontrol no funciona, el comportamiento de la gente se vuelve bastante contraproducente consigo mismo, eligendo pequeñas recompensas rápido, en lugar de retrasar estas recompensas. Parece que el autocontrol es algo limitado, como la fuerza o la energía y, por tanto, la gente sólo puede autocontrolarse hasta cierto punto.
4. Elegir y tomar decisiones termina agotando el autocontrol. Una vez que está agotado, como después de tomar decisiones importantes, el individuo se siente cansado y exhausto, y sus decisiones posteriores suelen ser malas o costosas.
5. La necesidad de pertenencia al grupo es un punto básico de la motivación humana, y cuando esta necesidad no se satisface, como por ejemplo, debido al rechazo por parte de otras personas, el ser humano deja de funcionar correctamente en algunos ámbitos. Los actos irracionales y autodestructivos son más comunes tras un rechazo.
Cuando leí esta lista me sorprendió cuántos de estos factores podían afectar a los inversores. Imagina un gestor de fondos que acaba de tener un periodo en el que lo ha hecho peor que su índice de referencia. Seguramente sienta presión para empezar a buscar opciones de alto riesgo y que puedan ofrecer una alta rentabilidad para tratar de maquillar su déficit. Es posible que sienta su autoestima caer como se dice en el punto 2. También es probable que empiece a comportartse de forma miope, centrándose más en el corto plazo. Todo esto será todavía más pronunciado si encima el inversor tomó decisiones de inversión contrarias a los de la mayoría. En la práctica, la mayoría de los elementos que llevan al comportamiento irracional están presentes en grandes cantidades en el mundo de la inversión.
Conclusión:
Tras varios días duros en el trabajo, con estrés, tomando decisiones difíciles y con problemas que no dejan de surgir, seguramente no sea un buen momento para tomar decisiones de inversión. Es probable que tengamos la cabeza como un bombo y que se nos escapen muchas cosas. Además, como hemos visto en el texto superior, es muy probable que elijamos inversiones con más riesgo. Estando quemado del jefe o del cliente de turno, es probable que pensemos en comprar acciones o activos que nos puedan adelantar unos años la fecha en la que conseguir la libertad financiera, y cambiar la oficina por una playa paradisiaca. El problema es que todo apunta a que el resultado será justamente el contrario, y que haya que esperar unos años más de lo esperado para conseguir los objetivos.
Además, si seguimos el value investing, el punto 5 es devastador. Comprar acciones de una empresa que lleva tiempo bajando en Bolsa, cuyas perspectivas son malas según la mayoría de los inversores, y que tiene competidores que lo están haciendo muy bien y con el que todo el mundo gana dinero no es fácil. De hecho, para algunos puede ser muy duro psiclógicamente. Sin embargo, a largo plazo suele ser mejor idea comprar lo que la mayoría rechaza en estos momentos, que lo que la mayoría aclama. En mi caso, no me gusta hablar de mi cartera, entre otras cosas, por evitar estas situaciones de estrés. Aun así, si sigues el blog habrás visto que he empezado a hacer excepciones anunciando mis compras de adidas y Ralph Lauren que, por cierto, son claros ejemplos de empresas que están muy mal vistas por el mercado últimamente.
Por otra parte, aunque el autoncontrol, que es comparada con la fuerza o con los músculos en el libro, es limitado, también puede entrenarse y mejorarse. No lo hemos visto en el artículo, pero se dice a lo largo del libro. Sin embargo, de igual forma que después de una sesión de gimnasio no tiene sentido ponerse a hacer una mudanza, tampoco parece muy buena idea tomar decisiones de inversión después de un día duro.
Para evitar errores y presiones psicológicas, Guy Spier toma las decisiones de inversión con el mercado cerrado, y recomienda no hablar de la cartera de inversión que se tiene. En vista de este estudio, quizá sea buena idea añadir a esas costumbres la de comer chocolate o darse un capricho antes de invertir.
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Un artículo muy interesante, y extrapolable claramente a la inversión. Me veo demasiado reflejado.
Un abrazo.
Me alegro de que te haya gustado.
Yo también me veo reflejado en algunas cosas, especialmente en el punto 2. Por suerte suelo tener chocolate a mano para mantener el control 😉
Un abrazo.